jueves, 7 de junio de 2012

EL BAILE DE LA OBEDIENCIA Y LA DANZA DE NIJINSKI



            Sólo creería en un Dios que supiese bailar, escribió Nietzsche en su conocido libro Así habló Zaratrusta. ¡Ay el baile, ay la danza, qué comunión más hermosa entre cuerpo y espíritu, entre sentimientos y sentidos! Paganos, creyentes, antiguos, modernos, los humanos la han cultivado desde los tiempos más remotos, y así queda constancia en vestigios arqueológicos y en sitios insospechados, donde nuestros antepasados se reunían para danzas sagradas, alrededor de una idea que les movía y movía y movía, a modo de los derviches turcos, quizá hasta entrar en el feliz éxtasis.
            Hoy traigo aquí dos muestras distintas y distantes, por su personalidad, su vida y su legado. En ambas, cada cual a su manera, aparece esa búsqueda de lo trascendente a través de la danza. Al final, y siempre, a mí es lo que me interesa, me atrae y subyuga: la confluencia en un mismo lugar de polos diametralmente opuestos. ¿Acaso hay otro manera?
            Yo quería seguir bailando pero Dios me dijo: Suficiente. No quiero el mal, quiero el amor. Decidí trabajar más en la danza, y me puse a bailar como Dios… Tengo ganas de llorar pero Dios me ordena que escriba. Yo siento la belleza. Yo amo la belleza. Soy un artista que ama todas las formas y todas las bellezas. Debo decir que veo sin ojos. Soy el sentimiento. Siento. Soy un loco que ama la humanidad. Mi locura es el amor a la humanidad, así escribía en su diario  Vaslav Fomich Nijinsky (Kiev, 12 de marzo de 1890 - Londres, 8 de abril de 1950), bailarín de ballet y coreógrafo ruso de origen polaco. Nijinsky fue seguramente  uno de los más dotados bailarines en la historia, y se hizo célebre por su virtuosismo y por la profundidad e intensidad de sus caracterizaciones, y su habilidad para realizar saltos que evidentemente desafiaban la gravedad fue también legendaria.  Aquejado de esquizofrenia paranoide y de manía persecutoria, vivió recluido en algún sanatorio o bajo la custodia de amigos y familiares. Pasó sus últimos años entre Viena, Budapest, París y Londres, donde murió en 1950, aunque fue enterrado en París. Un conmovedor relato de su vida y de su sufrimiento puede leerse en Locos Egregios, de J. Antonio Vallejo-Nájera, en Editorial Planeta, 1998.
    
     Nijinsky
    ¿Quién eras, quién eres?
    Pequeño dios desnudo
    clown de Dios
    amas al instante
    al primer paso
    Nijinsky
    ¿Quién eras, quién eres?
    Mudo ante Dios
    entre dos guerras
    mueca de risa y dolor
    ante un Dios mudo
    ¿Quién eras, quién?
    abandonado de Diaghiliev
    padre en tu danza
    Nijinsky
    ¿Quién eras, quién eres?
    Equilibrista del vuelo....
    vuelas
    lo imposible
    ¿Quién eras? ¿Quién eres?
    En el kairòs de Dios
    coreògrafo del azar
    ¿Quién eras? ¿Quién eres?
    Nijinsky
    extranjero
    polaco, en lengua rusa
    En tu mundo de lobos
    los corderos sangran
    Nijinsky
    preso de guerra
    en Budapest
    loco, en Saint Morizt
    muda tu foto danza
    Tocatta y fuga
    sobre el velo
    llama sagrada
    Tocas
    danza pagana
    L´aprés midi d´une faune
    Escribes
    caligramas
    danza inocente
    y nos redimes
    Nijinsky
   Silvia Manzini
  
           Y al otro lado, quiero traer aquí a Madeleine Delbrêl, una mística cristiana francesa, asistente social, ensayista y poetisa. 
          Nació el 24 de octubre de 1904 en Mussidan en Dordogne y murió el 13 de octubre de 1964.  Se convirtió definitivamente a la fe a los 20 años. Sus escritos manifiestan unas grandes dotes poéticas y, sobre todo, una profunda vida mística. Es considerada por muchos como una de las personalidades espirituales más importantes del siglo XX. «Si vas al fin del mundo, encontrarás la huella de Dios; si vas al fondo de ti mismo, encontrarás a Dios», escribía.
http://www.oasidavid.it/oasidavid/danze%20ebraiche/index.asp

Si estuviéramos contentos de ti, Señor,
no podríamos resistir a esa necesidad de danzar que desborda el mundo
y llegaríamos a adivinar
qué danza es la que te gusta hacernos danzar,
siguiendo los pasos de tu Providencia.
Porque pienso que debes estar cansado
de gente que hable siempre de servirte
con aire de capitanes;
de conocerte con ínfulas de profesor;
de alcanzarte a través de reglas de deporte;
de amarte como se ama un viejo matrimonio.
Y un día que deseabas otra cosa
inventaste a San Francisco
e hiciste de él tu juglar.
Y a nosotros nos corresponde dejarnos inventar
para ser gente alegre que dance su vida contigo.
Para ser buen bailarín contigo
no es preciso saber adónde lleva el baile.
Hay que seguir,
ser alegre,
ser ligero y, sobre todo, no mostrarse rígido.
No pedir explicaciones de los pasos que te gusta dar.
Hay que ser como una prolongación ágil y viva de ti mismo
y recibir de ti la transmisión del ritmo de la orquesta.
No hay por qué querer avanzar a toda costa
sino aceptar el dar la vuelta,
ir de lado,
saber detenerse y deslizarse en vez de caminar.
Y esto no sería más que una serie de pasos estúpidos
si la música no formara una armonía.
Pero olvidamos la música de tu Espíritu
y hacemos de nuestra vida un ejercicio de gimnasia;
olvidamos que en tus brazos se danza,
que tu santa voluntad es de una inconcebible fantasía,
y que no hay monotonía ni aburrimiento
más que para las viejas almas
que hacen de inmóvil fondo
en el alegre baile de tu amor.
Señor, muéstranos el puesto
que, en este romance eterno iniciado entre tú y nosotros,
debe tener el baile singular de nuestra obediencia.
Revélanos la gran orquesta de tus designios,
donde lo que permites toca notas extrañas
en la serenidad de lo que quieres.
Enséñanos a vestirnos cada día con nuestra condición humana
como un vestido de baile, que nos hará amar de ti
todo detalle como indispensable joya.
Haznos vivir nuestra vida,
no como un juego de ajedrez en el que todo se calcula,
no como un partido en el que todo es difícil,
no como un teorema que nos rompe la cabeza,
sino como una fiesta sin fin donde se renueva el encuentro contigo,
como un baile,
como una danza entre los brazos de tu gracia,
con la música universal del amor.
Señor, ven a invitarnos.

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